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¿Qué hace un internista y por qué todo el mundo los necesita?

Sofía Canales
3.5.23
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Les voy a confesar algo: vivo un poco frustrada porque cuando la gente escucha que un doctor es cirujano saben perfectamente a qué se refiere y a qué se dedica, pero cuando una dice que es internista se nos quedan viendo con cara de “no tengo ni la más remota idea de qué me hablas”.

Gran parte de la percepción que tiene la gente sobre que todos los doctores operamos o que los cirujanos son los más fregones (que por supuesto que lo son, eeh. Salvar tantas vidas los hace súper humanos) se lo debemos a series tipo Grey’s Anatomy y muchas otras más que perpetúan estas ideas, cuando l@s internistas también aparecemos por ahí de vez en cuando.

La primera explicación que doy para definir qué hacemos empieza con la pregunta “¿Ubicas a Dr. House?” Bueno, pues él es un internista. En esa serie enseñan un ángulo súper interesante de lo que hacemos en la parte intrahospitalaria. Nos dedicamos a diagnosticar enfermedades, a poner todas las piezas del rompecabezas en su lugar para saber qué fue lo que trajo al paciente al hospital o qué es lo que lleva desarrollándose por meses o hasta años. Pero no temas, no somos tan rudos como House y no ponemos la vida de nuestros pacientes en riesgo cada vez que les tenemos que hacer un estudio o intentar algún tratamiento.

La otra forma que tengo para explicar lo que hace un internista es que nosotr@s somos para los adultos lo que los pediatras son para los niños, somos adultólogos y aquí viene un apunte importantísimo: no somos médicos generales. Después de acabar la carrera estudiamos una especialidad de cuatro años para ganarnos el prestigioso título de internistas. Pero no, no operamos, así que si te da apendicitis te podemos diagnosticar, claro, pero el cirujano te tendrá que operar.

Somos los mejores doctores de cabecera

Desafortunadamente, ni en medicina ni en nada en esta vida es posible saberlo todo, pero en medicina nosotros somos los que más nos acercamos. No lo digo por echarnos flores ni porque seamos más inteligentes, sino porque nos dedicamos a estudiar un poco de todo.

Sabemos del corazón, de los pulmones, los riñones, el intestino, la piel, el cerebro, la sangre y más. También somos buenos para el seguimiento de enfermedades crónicas como la diabetes o hipertensión y para la prevención de algunos padecimientos más graves como cáncer.

Nosotr@s somos el doctor al que tienes que ir para saber qué estudios hacerte, cada cuánto y dónde. De hecho, el sistema de salud en nuestro país y en la mayoría del mundo funciona de tal manera que para hacer una subespecialidad como gastroenterología, tienes que hacer medicina interna primero y después derivarte. Para otras solo tienes que hacer un año de medicina interna (como dermatología) o dos (como cardiología o neurología) y para algunas sí se necesitan los cuatro años completos de medicina interna (como infectología y nefrología, que estudia los riñones). Así de importantísimos somos.

Conocemos nuestras limitaciones
(o al menos deberíamos)

Llega un momento en el que la complejidad de algunas enfermedades es mayor a nuestro entrenamiento y ahí es donde debemos referir al paciente con algún subespecialista como el cardiólogo o el reumatólogo porque nadie lo sabe todo. La cosa es que vivimos en una época en la que está de moda acudir con el sub-sub-sub especialista, tipo el ortopedista que se especializó en mano y luego en la uña del primer dedo, pero muchas veces no es necesario acudir con ese tipo de especialista desde un inicio.

Mi ejemplo favorito es el siguiente: supongamos que empiezas con una tos (imagina una época pre-COVID, por favor) más frecuente en la noche y nada más no se te quita, por lo que decides acudir con un neumólogo que es el especialista de los pulmones. Te evalúa y no encuentra nada en la exploración física pero para estar seguros, te envía una placa de tórax, que afortunadamente no reporta nada, pero sigues sin diagnóstico. Entonces te refiere con un otorrinolaringólogo para ver si no es un problema de garganta o nariz y después de la consulta de nuevo te dicen que todo está bien. Son buenas noticias, pero sigues sin diagnóstico. Ese doctor te pide que saques cita con un gastroenterólogo porque vió que tenías la garganta medio irritada. Finalmente el gastro te deja omeprazol y se te quita la tos porque muchas veces la principal causa de la tos crónica no es nada más que ¡reflujo!

Si hubieras ido con un internista desde el principio, te hubieras ahorrado tres consultas y unos cuantos estudios de por medio, no porque sepamos más que otros doctores, ¡para nada! Sino porque nuestro trabajo es ver la pieza completa y referirte con el especialista que necesita tu caso.

Así que ya sabes, la próxima vez que alguien te diga que es internista ya no te le quedes viendo con cara de “what”, mejor pídele que sea tu doctor/a de cabecera, principalmente porque no se vale hablarle al pediatra a los 40 años y tampoco darle lata a tu ginecólog@ cuando tienes migraña. Para eso estamos nosotros.


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