Intestino: el segundo cerebro

Intestino: el segundo cerebro

Sofía Canales

¿Habías escuchado del segundo cerebro? Tal vez este segundo cerebro no te haga más inteligente o te ayude a decidir en dónde invertir tu dinero, pero sí es el encargado de absorber todos los nutrientes de todo lo que comes, de asegurarse  de que tu digestión funcione propiamente y muchas otras cosas. Sí, el segundo cerebro es el intestino y en este artículo te explico por qué se ganó este prestigioso apodo.

El sistema nervioso es una red muy compleja de células y nervios que se encargan de llevar mensajes desde el cerebro a todas partes del cuerpo. Para entender más fácil cómo funciona (y porque a los médicos nos encanta complicarnos la existencia) lo dividimos en dos partes: sistema nervioso central que se compone del cerebro y la médula espinal y el sistema nervioso periférico que incluye los nervios desde la médula a todos los órganos.

Ahora, aquí es donde se complica la cosa, este último se divide a su vez en dos: sistema nervioso periférico somático que se encarga básicamente de movimientos voluntarios y conscientes, es el que te permite escribir tus WhatsApps a toda velocidad o cargar a tu perro; y por último está el sistema nervioso periférico autónomo. Este es mi favorito porque se encarga de que vivas sin esfuerzo, controla las funciones involuntarias como la temperatura, los latidos del corazón y la digestión. Así es como finalmente llegamos al segundo cerebro: nuestro bello y a veces latoso intestino.

El intestino es tan cool que tiene su propio sistema nervioso, que es parte del sistema autónomo que se llama sistema nervioso entérico y se compone de nada más y nada menos que de unas 100 millones de neuronas. Lo interesante, y la explicación del título de este artículo, es que el este sistema entérico se encarga de múltiples y complicadas tareas como: secreción de sustancias que ayudan a degradar la concha y el cafecito que te comes mientras lees este artículo, el movimiento rítmico y organizado de la tripa para ayudar que la comida avance en la dirección correcta (menos cuando te comes los tacos de canasta de la esquina que tienen salmonella y entonces va todo de regreso), el mantenimiento de la mucosa (para que los takis fuego no te den gastritis) y por último, el cuidado y resguardo de la mayoría de las células del sistema inmune del cuerpo (sí, leíste bien, muchos de tus anticuerpos viven en el intestino).

¿Ya viste por qué el intestino es tan increíble? Por si fuera poco, a diferencia de la mayoría de otros órganos del cuerpo, puede hacer todo lo que te conté, ¡sin órdenes del cerebro! El intestino es un “cerebro independiente” que se encarga de gran parte del bienestar general del cuerpo y no nada más de procesar la comida que elegimos.

Ahora, tampoco es que el intestino esté desconectado del cerebro, y aunque el sistema nervioso entérico puede funcionar perfectamente sin instrucciones de él, existe una subdivisión llamada sistema nervioso simpático y parasimpático (ésta es la última parte de la clase de anatomía, lo prometo) que conectan los dos cerebros. Esta conexión sucede principalmente a través del nervio neumogástrico o “vago” para los cuates. Es vago no por flojo sino porque al contrario de ser específico para una tarea, se encarga de muchas funciones y no solo en el sistema gastrointestinal, sino también en los pulmones y corazón, entre otros. Gracias a esta interacción del eje intestino-cerebro son posibles la sensación de náusea, la distensión abdominal o la saciedad después de un kg de guacamole.

A diferencia de lo que se creía antes, que este importantísimo nervio vago llevaba información principalmente del cerebro hacia el intestino, ahora sabemos que el 90% de las fibras más bien llevan información del intestino hacia el cerebro. Por décadas hemos creído que la ansiedad y la depresión tienen manifestaciones gastrointestinales, y aunque esto no es mentira, sabemos que también funciona al revés, que el sistema gastrointestinal tiene la capacidad de mandar señales al cerebro que desencadenan cambios en el humor y estado de ánimo.

Existen estudios que han demostrado que la estimulación del nervio vago ha mejorado la capacidad de aprendizaje y memoria en animales pero ¡también en humanos! Y se ha descubierto que el nervio vago sirve como mensajero desde la microbiota intestinal (que son las millones de bacterias que habitan el tracto digestivo), hasta el sistema nervioso central afectando el comportamiento e incluso el desarrollo cerebral.

Pero mejor dejemos el tema de la microbiota para otro artículo que si no nunca acabamos. Por ahora me despido con la siguiente recomendación: intenta disminuir los niveles de estrés en tu vida y mejora tu alimentación, ahora ya entiendes por qué al hacer esto beneficias a tus dos cerebros al mismo tiempo y por qué el intestino irritable te pone de tan mal humor y viceversa.

Fuentes:

  1. Rao, M., Gershon, M. The bowel and beyond: the enteric nervous system in neurological disorders. 2020.
  2. Costa, M., Brooks, S., et al. Anatomy and physiology of the enteric nervous system. 2000.
  3. Carabotti, M., Scirocco, A., et al. The gut-brain axis: interactions between enteric microbiota, central and enteric nervous systems. 2015.